REENCANTÁNDONOS CON LA SABIDURÍA (EN EL DIRECTORIO)

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Estamos ante el amanecer de una nueva era.

La profundidad y complejidad de las transformaciones que nos demanda un futuro sustentable son tales que, por radical que parezca, se trata ni más ni menos que de la construcción de un nuevo período histórico. Un proceso semejante al que vivió la humanidad tras la invención del alfabeto hace algo más de 2.000 años cuando, gracias a la palabra escrita, ya no fue necesario recurrir a leyendas ni a historias para abordar preguntas como, ¿qué es la sabiduría?, y fue posible preguntarse más en abstracto por el ser de las cosas, dejando de paso por escrito el legado de las sucesivas respuestas.

La empresa, motor fundamental de creación de valor, no está exenta hoy del imperativo de adaptarse, lo cual conlleva la necesidad de revisar tanto el rol colegiado del directorio, como el de sus directores de manera individual. En este sentido, sorprende la velocidad a la que el Modelo ESG se ha instalado como paradigma dominante para reformular el sentido de las organizaciones: Medio ambiente, cambio social y el propio gobierno corporativo son, en forma interconectada, el nuevo estándar para imaginar y redefinir las responsabilidades de la empresa. 

Si bien el futuro se nos viene cargado de formidables amenazas, no es menos cierto que conlleva radicales innovaciones y oportunidades que nos invitan a revisar prácticas empresariales y culturales desde un punto de vista más existencial. La irrupción de la inteligencia artificial generativa, del metaverso y la neurociencia -por nombrar sólo a tres- nos exigen ir más allá de la excelencia técnica y de la sola inteligencia, y nos obligan a interesarnos en sus efectos éticos y filosóficos y, en definitiva, a re encantarnos con la posibilidad de la sabiduría.

Se actúa en un directorio “con pensamiento, palabra y obra” y en cada uno de estos espacios, la responsabilidad de “actuar en el mejor interés de la empresa” exige hacerlo hoy con sapiencia, máxima expresión de “hacer bien y hacer el bien”. Operar “con palabra y obra” nos remite a ámbitos de carácter social, sujetos a escrutinio público. Sólo el “actuar con pensamiento” es un ejercicio íntimo y solitario en el que se aloja lo más íntimo y sagrado de nuestra identidad, de nuestra propia grandeza y pequeñez. En este espacio la distinción entre el ser y el hacer resulta clave. Nos sentamos en un directorio para guiar el mejor hacer del negocio, la creación de auténtico valor social, pero, rescatando el sentido pleno del “ama a tu prójimo como a ti mismo”, hoy, más que nunca, necesitamos estar ahí también para explorar y liderar tan sabiamente como seamos capaces, nuestro propio y personal sentido de estar vivos.

 

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