Cuando estoy conversando, me encuentro en el ámbito de la acción directa. Quizás no logro obtener los resultados requeridos y no sé por qué. Insisto en mí accionar, aportando nuevos argumentos, pero no consigo mis objetivos y la contraparte no quiere ceder en sus posiciones.
Al incorporar la actividad reflexiva a la conversación en cuestión, nos salimos de la acción directa para especular sobre otras formas de hacerlo. Ya no pensamos en los argumentos ni en las estrategias para que la contraparte ceda, sino que nos cuestionamos los supuestos que soportan nuestro actuar y nos abrimos a nuevas interpretaciones que nos permitan destrabar la relación.
Como se puede apreciar, al incorporar la actividad reflexiva podemos incrementar nuestra efectividad al nivel de acción directa, lo que se materializa de tres formas distintas:
Cuando reflexionamos, entonces, miramos nuestras certezas y damos origen a nuevos cuestionamientos. Por ejemplo, cada vez que un board member analiza el tipo de relación que tiene con su CEO, observa la dinámica y el trato que se da en ella. Luego se pregunta: “¿Estaremos haciendo bien las cosas?”. Así, se abre a poner bajo análisis lo que hasta ese momento se hacía de manera automática.
Habiendo demostrado la potencia que tiene la reflexión en los múltiples ámbitos de la vida, nos preguntamos: ¿Por qué no es una actividad difundida? ¿Por qué se privilegia la acción versus la reflexión? ¿Cuáles son los factores que atentan contra la reflexión?
Los enemigos de la reflexión son múltiples, entre los principales detectamos:
En un debate en el board, la falta de reflexión pone a las partes involucradas en caminos paralelos, donde la posibilidad de intersección o acuerdo es casi nula. Cuando una persona está accionando y toma una posición, se aferra tanto a ella que la termina defendiendo en una jugada doble: por un lado, la sostiene y por otro, ataca la posición de su contraparte. Mientras más segura y cómoda se siente la persona en su postura, mayor es el apego y menor la posibilidad de abrirse, sobre todo, si ve la posición del otro como una amenaza.
La reflexión no siempre es cómoda, ya que implica preguntas como: “¿Qué quiero conservar?” “¿Me gusta la vida que estoy llevando?”, ¿me gusta mi identidad? ¿Me gustan las relaciones que generó?”, además, resulta más fácil quedarse en las certezas existentes o mundos descubiertos que exponerse a la incertidumbre del cambio. También nos hace darnos cuenta que muchas veces no tenemos otra opción que seguir viviendo como lo hacemos, pero que como somos responsables de nuestros actos y de las consecuencias que éstos tienen en las otras personas, debemos cambiar la interpretación que tenemos de nuestro vivir.
Todo esto permite concluir que la posibilidad de llegar a acuerdos en un board pasa por soltar algunas ideas, creencias y posiciones que forman parte de nuestra coherencia. Esto en ningún caso constituye “soltar la verdad”, sino que “mi verdad” y en esta idea de convivencia es que finalmente se pueden buscar puntos de encuentro. Como no se anda detrás de un resultado (y éste no determina lo que uno hace), sino en el deseo de llegar a acuerdo, necesariamente uno tiene que ver a la otra persona. Dicho de otro modo, no se busca el resultado, sino un resultado que satisfaga a las partes y que se mide por el tipo de relación que se establece. Cuando uno decide “ceder”, es porque ha reflexionado y ha cambiado la emoción desde la defensa de la posición a una de acercamiento.
No estamos reflexionando cuando entramos en conversaciones del siguiente tipo:
Cuando conversamos debemos abrir la puerta a la reflexión y preguntarnos qué es lo que queremos conservar en este proceso.
Una vez que estoy dispuesto a soltar mis certezas a través del acto reflexivo me abro también a la posibilidad de conocer a mi contraparte.
Las posiciones son explicaciones que tiene cada una de las partes, que se basan en lo que ellas piensan, creen, sienten o estiman respecto de una realidad o situación cualquiera y que defienden desde la idea de tener la razón y la verdad.
Para llegar a hacer distinciones que nos permitan ver más allá en una conversación, se requiere reflexionar y cuestionarnos a través de interrogantes que nos guíen hacia un camino de entendimiento.
El “acto reflexivo” es una jugada emocional en que una persona es capaz de soltar lo que sabe, cree y tiene, permitiendo que sus certezas se sometan a revisión.
La falta de reflexión pone a los board members en caminos paralelos, donde la posibilidad de intersección o acuerdo es casi nula.
Cuando en medio de una negociación decidimos “ceder”, es porque hemos reflexionado y cambiado la emoción, desde la defensa de la posición a una emoción de acercamiento