A la empresa puede que no le interese el conflicto, pero al conflicto le interesa la empresa.
Decir que vivimos tiempos complejos se ha vuelto ya una verdad de perogrullo. No se necesitan acrónimos para saber que todos, estemos donde estemos y de una u otra manera, nos encontramos con eventos complejos y ambiguos que nos dejan vulnerables y llenos de incertidumbres. Ya no existen espacios resguardados por la prudencia, la reputación, la fama o la autoridad que no puedan ser penetrados por la controversia y la polarización que agobian nuestros tiempos. Y el board room no es la excepción.
Que las críticas lluevan en boards de empresas fracasadas, se entiende como normal. Menos normal es cuando los fuegos se encienden debajo de boards que pretenden hacer su trabajo, de empresas que han hecho un mantra el evitar los conflictos, de nonagenarios inversionistas o de afamados Premio Nobel.
En tan solo el mes de Abril, el board de Twitter se vio obligado a considerar y aceptar en tiempo récord una oferta de compra en medio de un amplio acoso mediático -liderado por el oferente- sobre sus salarios, su competencia y su responsabilidad en los resultados. Disney, cuyo accionar por décadas ha sido “diversión para todos sin nada cuestionable” se vio presionada por sus empleados a tomar partido en un tema polémico -sin afectación directa a la operación de la empresa- y terminó viéndose afectada y confrontada con el gobierno de Florida por participar de la controversia. El premio Nobel de economía, Paul Krugman, pide ayuda en twitter para resolver dos tesis económicas contradictorias de dos “tipos serios” (serious guys en idioma original) y una de las primeras respuestas que recibe se concentran en cuestionar el uso del término “guys” como poco apropiado en términos de identidad de género Finalmente, CalPERS, el fondo público más grande de los Estados Unidos, propuso remover del cargo de Chair -manteniendo el de CEO- de Berkshire Hathaway a su célebre, millonario y nonagenario fundador, Warren Buffet
Puede ser que Twitter sea un mejor lugar en manos de Elon Musk, y es probable que las represalias a Disney anunciadas no lleguen a implementarse por el alto costo para el estado de Florida. Es verdad que luego de los primeros comentarios, el debate iniciado por Krugman siguió el curso económico deseado, y también es verdad que los accionistas finalmente votaron 9 a 1 por premiar el incuestionable éxito de Buffet y mantenerlo a sus 91 años como Chair y CEO -práctica que en tomate®governance, vale decir, consideramos que salvo casos extremos debilita la buena gobernanza de las empresas.
Pero lo anterior está fuera del punto. Lo que pretende resaltar esta columna es que la sociedad civil y los activistas esperan de las empresas y sus boards mucho, mucho más que hace tan solo una década. Ya no existen espacios de confort donde las empresas puedan refugiarse para dedicarse exclusivamente a lo que (creen) les compete. Ya no es suficiente declarar adherencia a principios ESG y evitar los temas controversiales: en el algoritmo de los tiempos actuales, las controversias son como virus que buscan infectar indiscriminadamente para replicarse y preservarse.
El zeitgeist que nos absorbe hace entonces más complejo el rol de los boards, pues la primordial tarea de anticipación que se espera de los board members, ya no “solo” se debe centrar en temas estratégicos y de modelo negocios, sino en anticipar las más inesperadas consecuencias que las más distantes posturas sociales puedan llegar a tener en la operación de la empresa. Parafraseando nuevamente la cita atribuida a León Trotsky, puede que a la empresa no le interese lo que está fuera su zona de confort, pero la sociedad civil y el activismo están cada vez más interesados en lo que la empresa tenga que decir fuera de ella.
P.D. Para la fecha de publicación de este post, las empresas norteamericanas estarán bajo la lupa para saber que postura tomarán frente a la filtrada posición de la Corte Suprema sobre el aborto, así que seguramente habrá más que decir en el futuro sobre el tema de esta columna…