Así como las civilizaciones tienen singularidades históricas que las identifican, también la idiosincrasia de pueblos y naciones está determinada por la reiteración de conductas que forman su cultura.
El Reino Unido tiene una larga historia de predisposición al debate público, libre y ordenado, a veces áspero pero cuidadoso de las buenas maneras. El fairplay, valor que suele acotarse a competencias deportivas, es para los británicos un comportamiento exigible en cualquier disputa, sea para corregir, adecuar o conservar lo que tienen. Las míticas leyendas del Rey Arturo dan cuenta de una mesa redonda que congregaba a los más importantes señores del Reino en un brainstorming de consultas, ideas, proposiciones y acuerdos sobre temas indicados en la convocatoria real. Así, un conjunto de caballeros, sin armaduras ni jerarquías interdependientes, premunidos de conocimientos y experiencias individuales, se reunían alrededor de una mesa para reflexionar, debatir y resolver en conjunto. Los resultados obtenidos en estas deliberaciones, transformaron a Inglaterra en el país más poderoso del mundo, logro que el Rey Arturo no habría soñado acudiendo sólo a sus potestades absolutistas o aptitudes personales. Las "mesas redondas", pioneras en el debate corporativo, encontraron eco en los boards ingleses, evolucionando hacia los estándares de buenas prácticas acogidas hoy internacionalmente.
Y en Latinoamérica, ¿Cómo estamos? ¿Cómo manejamos los disensos, las dificultades, nuestras distintas miradas con respecto a un mismo tema, y al sinnúmero de situaciones que debieran ser objeto de reflexión y debate en el seno de los boards? ¿Hemos logrado internalizar esta visión corporativa de los británicos que implica vencer el miedo a deliberar en grupo, escuchar opiniones divergentes, analizarlas, buscar consensos y tomar decisiones colectivas?
Son pocos los board members conscientes de que una parte de la solución es trabajar de manera distinta. No me refiero únicamente a la adopción de algunas normas y protocolos legales para los gobiernos corporativos de la región, sino también a procesos nuevos que fomentan y dan valor al trabajo en equipo de pares convocados para la reflexión, tal como lo intuyó el Rey Arturo.
Muchas actitudes y respuestas que parecen incontrovertibles, revelan patrones de conformidad irreflexiva, de inercias que eluden la disensión y la deliberación orientadas a construir consensos, conductas impropias en personas cuya tarea común es procurar los mejores resultados para la empresa. Bajo estos parámetros, los boards son consejos coordinados, juiciosos y deliberativos, conscientes de su integración colegiada y de su misión "corporativa". Ello implica board members flexibles e inquisitivos, prestos a escuchar, preguntar y debatir, y renuentes a la adhesión acomodaticia de posiciones predominantes.